Época: Castilla Baja Edad Media
Inicio: Año 1406
Fin: Año 1474

Antecedente:
Castilla se abre al Atlántico
Siguientes:
La exclusión de las castas no cristianas
Castilla y el Atlántico

(C) Julio Valdeón Baruque



Comentario

La fecha de 1474 tiene un valor simbólico por cuanto traza, dentro de la inevitable periodización de la historia, la frontera entre los tiempos medievales y los modernos. Pero el contraste, al menos en apariencia, es aún mayor si tenemos en cuenta que el reinado de Enrique IV, último monarca de la Castilla medieval, se caracteriza por el caos y la anarquía, en tanto que el que le siguió, es decir, el de los Reyes Católicos, destaca por todo lo contrario, pues, como diría años más tarde el cronista Fernández de Oviedo, "aquel fue tiempo áureo y de justicia". Ahora bien, las cuestiones que hubieron de afrontar los Reyes Católicos eran una herencia de la época anterior, ya fueran los intentos para construir una monarquía fuerte y vigorosa, la tradicional pugna con los islamitas, el conflicto con judíos y conversos o la proyección marítima hacia el Atlántico. En definitiva, las premisas del glorioso reinado de los Reyes Católicos se venían gestando desde tiempo atrás, por más que no se concretaran de manera definitiva hasta la época de Isabel y Fernando.
Los Reyes Católicos dieron pasos decisivos en orden a la edificación de un Estado moderno. No obstante, su labor no partió de la nada. Antes al contrario recibieron un importante legado del pasado, tanto en el terreno doctrinal como en el de la práctica política. El camino lo había iniciado en el siglo XIII Alfonso X, lo ratificó en la siguiente centuria Alfonso XI y lo remataron posteriormente los Trastámaras, particularmente a través de la creación de instituciones centrales de gobierno tan importantes como la Audiencia o el Consejo Real. Paralelamente se había diseñado en los dos últimos siglos de la Edad Media un modelo de poder local que tenía como pilares el regimiento, por una parte, y los corregidores, por otra, y que se encontraba directamente tutelado por la Corona.

¿Y qué decir de los letrados, cuyo in crescendo en la Baja Edad Media fue analizado en su día por el profesor De Moxó, y que, a fines del siglo XV, fueron un elemento clave de la monarquía de los Reyes Católicos? ¿No eran asimismo las Hermandades, sabiamente utilizadas en su día por los Reyes Católicos para garantizar la paz y el orden, una institución de cuño medieval, municipalista y defensora a ultranza del dominio realengo? En definitiva, a poco que se escarbe fácilmente puede rastrearse el fuerte peso desempeñado por la tradición política de la Castilla medieval en la acuñación de la monarquía de los Reyes Católicos.

La lucha de los reyes de Castilla y León contra los musulmanes prácticamente había quedado detenida en la segunda mitad del siglo XIII. Ciertamente desde el reinado de Sancho IV hasta el de Enrique IV hubo combates de distinto signo con los islamitas, pero el reino nazarí de Granada, reservado en los tratados de reparto a Castilla, pudo resistir sin grandes dificultades. De todos modos el ideal de la guerra divinal estuvo en todo momento vigente. Sólo las difíciles circunstancias por las que atravesó la Corona de Castilla en los siglos XIV y XV le impidieron concluir con la tarea que le correspondía en el ámbito de la reconquista.

Mas la pugna por el estrecho de Gibraltar, la toma de Antequera, la batalla de La Higueruela o las campañas de desgaste de los nazaríes organizadas por Enrique IV, por citar sólo los hechos de armas más significativos, dejaban constancia de la irrenunciable voluntad de reconstruir la perdida unidad de Hispania. Otra cosa es que el empuje final lo dieran los Reyes Católicos, con lo cual, al decir de F. Soldevila, lograron "dar salida a las energías del pueblo castellano, antes fratricida, elevar la lucha civil a lucha nacional, la guerra intestina a guerra externa".